lunes, 30 de mayo de 2011

El Feng Shui y los espejos

El místico atractivo de los espejos se remonta a la historia china.

Se usaban sobre el pecho o en el escudo de los guerreros feudales y constituían amuletos para espantar a enemigos y demonios. Colgados dentro y fuera de la casa ahuyentaban a los espíritus malignos.

También se colocaban en las tumbas imperiales, junto a otros objetos valiosos, como símbolo de ofrenda al mundo espiritual.

El espejo es un elemento trascendental, un portal del inconsciente.

Tiene una connotación, que tiene que ver con la Magia en mayúscula y con el conocimiento esotérico. Es un portal dimensional para el trabajo mágico y nos permite ingresar a un nivel de conciencia más profundo de nuestro ser y conectarnos con dimensiones diferentes. De ahí se desprende que los espejos sean mágicos para la tradición y de ahí en nuestro concepto occidental, que el espejo roto sea un símbolo de algo que pueda traer una consecuencia en un plano determinado.

Antiguamente los espejos eran de cristal bañados en plata, con un costo muy elevado. Las familias debían ahorrar durante mucho tiempo, para poder tenerlos y cuando se rompían se les asignaba la mala suerte, pues el ahorro volvía a comenzar.

Los espejos representan la mente y ejercen influencia sobre la imagen que tenemos de nosotros mismos, reflejando quiénes y qué somos, como así también la imagen que nos traen de exterior. Si reflejan árboles o plantas atraerán un Chi bueno y natural, si reflejan una iglesia, un sanatorio o un cementerio traerán un Chi depresivo, si reflejan edificaciones o elementos en malas condiciones afectarán a la salud, etc..

El Feng Shui los utiliza, como uno de los elementos más importantes, ya sea plano, cóncavo o convexo, para aclarar, amplificar, reflejar, proteger, atraer o rechazar.

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sábado, 21 de mayo de 2011

Michel de Nostradamus

Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido interpretar los astros,
nació en Saint Rémy de Provence, sur de Francia, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, hacia el mediodía.
Su padre fue Jaime de Nostredame, notario de aquel lugar; su madre fue Renée de Saint Rémy,
sus abuelos paternos y maternos eran profundos conocedores de las ciencias matemáticas y de la medicina.
Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de Conde de Provenza, era Rey de Jerusalén y de Sicilia;
y el otro, en la Corte de Juan, Duque de C

BIOGRAFIA

Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido interpretar los astros,
nació en Saint Rémy de Provence, sur de Francia, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre,
hacia el mediodía. Su padre fue Jaime de Nostredame, notario de aquel lugar; su madre fue Renée de Saint Rémy,
sus abuelos paternos y maternos eran profundos conocedores de las ciencias matemáticas y de la medicina.
Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de Conde de Provenza,
era Rey de Jerusalén y de Sicilia; y el otro, en la Corte de Juan, Duque de Calabria a hijo del antedicho René. Es necesario demostrar la inexactitud de ciertas versiones sobre los orígenes del gran vidente,
formuladas por envidiosos de su celebridad o por quienes desconocen la realidad. La familia de Nostradamus, según algunos, era de origen judío, de la tribu de Isacar, convertidos al cristianismo. Y de ahí que atestigüe nuestro autor haber recibido directamente de sus abuelos el conocimiento de las ciencias matemáticas; y en el prólogo de sus Centurias él mismo afirma que ellos le transmitieron el don de predecir el futuro. Después de la muerte de su bisabuelo materno, que le había infundido, casi como juego, el gusto por las ciencias de los astros, Nostradamus fue enviado a Aviñón para cursar
letras y formarse en humanidades. Desde Aviñón el joven estudiante pasó a Montpellier, donde frecuentó la célebre universidad estudiando en sus aulas medicina, hasta que una grave pestilencia, declarada en las regiones de Narbona, Tolosa y Burdeos,
le dio ocasión de poner al servicio de los apestados el fruto de cuanto había aprendido durante sus estudios. Tenía entonces 22 años.

Después de haber ejercido la medicina durante cuatro años en aquellas regiones, le pareció oportuno volver a
Montpellier para conseguir el título de doctor, que obtuvo al poco tiempo con la admiración y el aplauso de todos.

Pasando por Tolosa, llegó a Agen, ciudad situada a orillas del Garona, donde Julio César Scaliger le retuvo junto a sí.
Era este hombre un personaje muy erudito y un verdadero mecenas. Nostradamus tuvo con él una extraordinaria amistad
que más tarde se tornó en oposición, discordia y divergencia, como suele suceder entre hombres sabios,
según atestiguan muchos escritos.
En ese período se casó con una joven de la alta sociedad, de la que tuvo dos hijos, un niño y una niña.
Murieron los tres y Nostradamus tomó la decisión de instalarse definitivamente en Provenza, su tierra natal.
De vuelta a Marsella, se instaló en Aix en Provence, parlamento de la región, donde ejerció durante tres años
un cargo público ciudadano. Fue entonces, en 1546, cuando la peste azotó terriblemente aquella zona, según describe
el señor de Launay en su Teatro del mundo sirviéndose de los relatos que le fueron hechos por el propio vidente. Estos
hechos han sido confirmados por la investigación histórica de aquella época.
Desde Aix en Provence llegó a Salonde Crau, pequeña ciudad que dista de Aix una jornada de camino
hasta Aviñón y media jornada hasta Marsella. Contrajo segundas nupcias; y fue aquí, en este lugar, donde,
previendo los grandes cambios y las trágicas convulsiones que perturbaron luego y revolvieron a toda Europa,
las sangrientas luchas civiles y los desgraciados acontecimientos que iban a precipitarse sobre Francia, comenzó,
lleno de una exaltada inspiración a invadido de un frenesí irresistible, la redacción de las Centurias.
Centurias y presagios que él guardó por mucho tiempo en secreto, creyendo que la naturaleza insólita del
argumento le acarrearía calumnias, envidias y ataques muy ofensivos, tal como luego sucedió.

Vencido, al fin, por el deseo de que los hombres sacasen algún provecho de sus predicciones, las dio conocer.
El rumor que suscitaron inmediatamente fue grande y corrió su fama de boca en boca, no sólo entre nosotros,
sino también entre los extranjeros que sintieron por el vidente y por su obra una extraordinaria admiración.
Esta fama impresionó tanto al poderoso Enrique II, Rey de Francia, que éste, en el año de gracia de 1556,
mandó llamar al vidente a la Corte. Después de que revelara un cierto número de acontecimientos
importantes que habían de suceder, recibió numerosos presentes y se volvió a su Provenza natal.
Algunos años más tarde, concretamente en 1564, visitando Carlos IX las provincias y habiendo concedido la
paz a las ciudades que contra él se habían rebelado, vino a Salon y no quiso dejar de visitar al profeta e insigne
héroe, mostrándose para con él tan generoso, que lo honró con el cargo de consejero y le nombró
médico suyo en la Corte.

Resultaría una tarea excesivamente prolija escribir todo cuanto él predijo, ya en general,
ya en particular,y sería superfluo dar el nombre de todos los grandes señores, de los insignes
sabios y otros muchos que vinieron de toda la región y de toda Francia para consultarle como oráculo.
Lo que San Jerónimo decía de Tito Livio yo puedo decirlo del gran vidente: cuantos venían a Francia
desde fuera no se proponían otro objetivo que ir a visitarle.

Cuando vino a verle Carlos IX, Nostradamus, que había sobrepasado los 60 años, estaba muy
envejecido y se hallaba gravemente debilitado por las dolencias que le atormentaban desde hacía mucho tiempo,
especialmente una artritis y la gota minaban constantemente su salud. Murió el día 2 de julio del año 1566,
poco antes de salir el sol, después de una crisis que le duró ocho días y que le causó un acceso de hidropesía
consecutivo a un ataque agudo de artritis.
Conoció anticipadamente el día de su tránsito y la hora exacta pues él había escrito, de su puño y letra,
en las Efemérides de Jean Stadius, estas palabras en latín: Hic prope morn est, es decir: «Mi muerte está próxima».

Sobre su sepulcro se esculpieron las palabras de un epitafio, compuesto a imitación del de Tito Livio,
historiador romano; epitafio que hoy puede todavía verse en la Iglesia de los Cordeleros de Salon, en la que,
con grandes honores, fue enterrado el cuerpo de Nostradamus. La inscripción está en latín; traducida dice lo siguiente: «Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel de Nostradamus, el único hombre digno,
a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo.» Murió en Salon de Crau, en Provenza, el 2 de julio del año de gracia de 1566, a la edad de sesenta y dos años, seis meses y diecisiete días.
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